La eternidad en el bolsillo.
Me agaché para arrancar una brizna de hierba, la acerqué a la nariz y un millar de recuerdos afloraron en mí, que como un misil me arrastraron a un tiempo atrás.
Hubo un tiempo en que quise huir, apartarme, desaparecer, que nadie supiera quién fui, que nadie se acordara de mí.
Pero ella siempre me encontraba, me hablaba, me perseguía y me susurraba al oído; saltaba sobre mi espalda, me aceleraba el corazón y me reconfortaba; atravesaba mis venas y ponía alas sobre mi espalda.
La he visto surcar mares, tierras y cruzar tempestades por mí.
Conozco mundos inimaginables, pues yo ahora construyo soles para iluminar su destino y he de alumbrar su camino en las noches de novilunio.
He creado universos para ella, he resucitado dragones; tierras sin dueño le he regalado, para que rescate a las princesas de sus mazmorras.
Y ahora no puedo escapar de este mundo que para ella he creado.
No soy ningún dios, ni siquiera un demonio. No soy más que un trovador que se ha enamorado, y ahora que mi princesa se hunde en los sueños eternos, he de mantenerla en ellos.
Aún quedan flores en el jardín, todavía la hierba continúa perenne, los ríos permanecen en su cauce y las gardenias siguen aromáticas.
Quedan noches por soñar, aunque no vea el final.
Un manto negro brilla gracias a las estrellas y en el cielo la luna continúa girando, mientras en sus labios florecen los oasis en ese manantial de vida.
El viento trae hacia mí pétalos de flores y, calma.
Exhala los últimos momentos de esta vida mientras siga viendo, mientras un aliento de vida quede en mi firmamento.
Aún no te vayas, queda toda una eternidad en mi bolsillo.
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