Te pillé.




Ahí estaba, parado frente a la ventana. Era en un tercer piso.
La luz de un pequeño aplique se encendió y una tenue luz amarillenta reflejaba la silueta de una mujer.
El hombre se escondió entre las sombras de la noche, una noche fría que amenazaba con volverse lluviosa.
El hombre extrajo su teléfono del bolsillo del abrigo e hizo una llamada; en la habitación la figura de la mujer se movió hasta descolgar el aparato de la mesilla.
Una voz suave como el aire cálido de una tarde de otoño se coló en el teléfono del hombre.
—¿Sí? —Su voz era música para los oídos.
La llamada se interrumpió de golpe, y eso le rompió el corazón. Estaría escuhándola la vida entera, pero eso podía esperar, ahora había que hacer el trabajo. Volvió a guardar el móvil. Había empezado a llover, se subió el cuello del abrigo y corrió para cruzar la calle.
Un par de ganzúas le ayudaron a abrir el portal. No cogería el ascensor, haría ruido. Sin prisa subió hasta la casa. Colocó la oreja en la puerta para escuchar.
Nada. No se oía ningún sonido que no fuera el de su propio corazón que estaba acelerado.
En medio minuto la puerta emitió un leve «clac», que apenas fue audible, al menos para cualquier oído humano.
Entornó la puerta y la luz del portal se escurrió al pasillo, apenas un pequeño haz; pasó de lado para no delatarse más; volvió a cerrar y se camufló en la sombra.
Al otro lado de la casa, la bella mujer se paseaba por el salón, apenas era una sombra, pero su escultural cuerpo se dejaba ver a través del sedoso camisón cuando atravesaba la luz de una farola de la calle, de pronto, dejó de verla; se acercó al salón y asomó la cabeza. La mujer había desaparecido. No había nadie, entró en la sala y buscó alguna puerta por donde debía haber desaparecido.
El quejido de la madera al doblarse le puso sobreaviso. Todo sucedió muy rápido, él era sabedor del peligro.
—¡Te pillé!
Fue lo último que escuchó antes de morir. Si hubiera sido otra, si el objetivo no hubiera sido ella, él, no hubiera errado, no hubiera dudado, duda que le costó la vida y solo porque esa voz era pura magia para él.

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