De repente un(a) (h)ola




De repente se abrió las ventana y todas las hojas de los arboles entraron en la habitación, si algo había tras su casa eran árboles, de todos lo tamaños y condición, Mario no conocía sus nombres ni le importaba, lo único que verdaderamente  le gustaba era ese vaivén de sus ramas balanceándose con el viento, se podía pasar horas mirando embobado como se mecían  siguiendo un ritmo, parecían conversar entre ellos, pero ahora mismo odiaba a esos arboles, sus malditas hojas secas se habían colado en su casa. 
Comenzó recogiendo las que habían metido en el pasillo, cerró la puerta de su habitación y algo llamó su atención. Algo brillante relucía en el fondo del armario, si algo era Mario era ordenado y no recordaba haber dejado nada allí, seguro que algo se había colado junto con las hojas.
Fue a ver de que se trataba, un pendiente.- Que diablos hace aquí un pendiente de mujer, durante unos segundos se quedó embobado mirando su lado brillante,parecía bueno -¿Diamante quizá? - No lo sabía y el resto parecía hecho de coral.
Su mente recorrió mares, se izó entre montañas de corales, surcó entre olas de recuerdos. Recuerdos ya olvidados, en su lado oscuro se centró, en esa parte que da miedo mirar, que ya creías superado. Centró toda su atención. Puertos recorrió, salvando ríos y entre cicatrices vive, ya no queda nada de ese amor, tan solo un bolero llevo tatuado en mi piel, ya no hay abrazos ni besos escondidos ni manos que se hablan, ya nada queda - ¿Cuanto tiempo ha pasado? - Demasiado.
Guardó el pendiente en el cajón donde se guardan las cosas importantes, pero que ya no sirven. Se sentó, cerró los ojos, respiró profundo. Fue a la ventana y la volvió a abrir, otra ráfaga de aire entró metiendo cientos de hojas. La tarde caía, los últimos rayos de sol se despedían asomándose entre las ramas ya secas de los árboles, las nubes se alejaban dejando tras de si un precioso arco iris.
De pronto y sin pensárselo se vistió, se colocó unos raídos pantalones vaqueros, unas zapatillas Nike ya viejas y una camisa negra en la que rezaba: esto no es una barriga, es un a camiseta en 3D y se dirigió a la playa.
Superando el oleaje una surfista era la única que se atrevía a estar en el mar. En otro tiempo él lo había hecho también en su barco, un barco del que tan solo quedaba el recuerdo de su existencia en unos impresos en un papel
La chica se acercaba a él y le sonrió.
- Buenas tardes.-  Le saludó.
Buenas noches ¿No es muy tarde para surfear?
- A mi me gusta a estas horas cuando nadie queda, dime ¿Lo has encontrado?
Su sonrisa era amplia, un piel perfecta y bronceada, labios carnosos y unos ojos expresivos y en las orejas, le faltaba un pendiente y el otro era exacto al que había encontrado.
Despertó en su habitación mirando el pendiente. - ¡Que coño! - Esta vez dejó caer el pendiente en el cajón, como el que suelta algo pringoso.
Se echó sobre la cama y se acurrucó en posición fetal ¿Canto tiempo tiempo llevaba sin dormir? - No lo recordaba. Más de mil noches de insomnio, tan solo soñando despertó, siendo alquimista de sus pesadillas, miró hacia la calle y vio que ya era de noche, echó un vistazo al despertador y se dio cuenta que por primera vez en mucho tiempo se había quedado dormido, ya eran las seis de la mañana, dios mio, se había quedado dormido ahí sentado, mirando el pendiente. Dormiría un poco más si es que podía.
Amanecía ya en la playa y una tormenta se acercaba, largas sombras se cernían sobre la arena y la muchacha de la tabla una y otra vez se metía en el agua para cabalgar sobre ella. Le llamó, no se había percatado de la presencia de la tormenta. Corrió hacia él con su larga sonrisa mientras una ola amenazaba con tragarla.
No podía dejar que el mar la engullese.
- ¡Corre!- Gritó Mario.- ¡Sal del agua! - la muchacha le miraba sin comprender y la gran ola cayó sobre ella y su mirada cambió, le miraba suplicando, rogando que no la abandonara, que hiciera algo y desapareció entre el agua. Mario corrió desesperado sin saber muy bien que hacer, algo vio entre los granos de arena, brillaba con la tenue luz de la mañana, se agachó y el pendiente estaba otra vez en su mano.
Al despertar pudo ver que de nuevo se encontraba sentado observando el pendiente.
Esta vez se levantó asegurándose de ello y que no seguía soñando, media hora después entraba en la playa, caminó durante una hora por la orilla, primero esperando encontrarse con una bella surfista y más tarde ya no se acordaba de porque estaba allí.
Allí,  al pie de una roca, algo asomaba, llamándole, esperando a que llegara, era el pendiente. Era muy extraño, no podía ser casualidad ¿Que posibilidades hay de encontrar un pendiente en una playa?
El mar estaba bravo esa mañana, las olas rompían con fuerza sobre las rocas, una fuerte tempestad se acercaba y más vale que se pusiera a salvo. De pronto vio a la mujer en su tabla. Que locura salir al mar con esta tempestad.
- ¡Salga de ahí!- Grito a la mujer. Esta parecía ajena a la tempestad y cuando quiso darse cuenta una gran ola la engulló de nuevo. Nada podía hacer, el temporal era tan fuerte y las olas crecían cada vez más.
La lluvia no tardó en llegar. Corrió todo lo que pudo. El viento azotaba fuerte. Un árbol cayó a su lado, medio metro más a la derecha y no lo hubiera contado. Por el camino a casa fue encontrándose todo destrozado, como si hubiera pasado un tornado. Al abrir la puerta le faltó poco para que la arrancara de cuajo.
Lo primero que hizo fue ir al cajón de las cosas importantes y ver si el pendiente correspondía con el que tenía ¿Donde está el pendiente? Había desaparecido.
Otra vez sentado y mirando el pendiente, otra vez se había quedado dormido, no entendía el sueño.
Decidió mantenerse despierto, se levantó y comenzó a dar vueltas por la habitación con el pendiente de la mano, cuando se cansó se sentó en la cama mirando por la ventana, dos horas después comenzaba a amanecer. El sol entraba tímidamente y se levantó, abrió su mano y el pendiente seguía ahí, esta vez no era un sueño, lo metió en su bolsillo, cogió su viejo transistor, seleccionó una emisora local, salió a la calle y bajó a la playa. En la radio recomendaban que no se salieran a la mar y procuraran quedarse en casa, un huracán ya convertido en tormenta tropical se acercaba.
Una furgoneta WolsWagen blanca con una tabla de surf aparcó en la misma playa y de ella se apeó una chica.
- No puede ser verdad.- Dijo Mario para si.- Es la muchacha del sueño ¿Estaré soñando otra vez o no?
La chica bajó la tabla y corrió hacia el agua saludando a Mario.
- Buenos días. Hace una mañana estupenda ¿No le parece?
Mario observó a la muchacha y se dio cuenta que tan solo llevaba un pendiente y era idéntico al suyo.
- No puedes salir ahí.-Le dijo Mario.- Están anunciando una tormenta y vendrá de improviso.
- No puede ser hombre, eso se ve llegar.
- Lo se, pero esta no, te cogerá y te arrastrará.
La chica miro a Mario con miedo, pensó que era un viejo chiflado y el caso es que le estaba atemorizando.
- De acuerdo, lo tendré en cuenta. Gracias.- Echó a andar hacia el agua.
- Que le pasó al otro pendiente.- Le dijo Mario esperando hacerla reaccionar y funcionó, se paró de pronto y miro hacia mi.
- Perdone pero eso no le incumbe
- Yo tengo el otro, el que le falta.- Abrió la mano y se lo mostró.
No podía dar crédito a lo que estaba viendo, eran exactos, se toco la oreja instintivamente para comprobar que no se le había caído. Dirigió sus pasos hacia Mario.
- Es increíble, son iguales ¿De donde lo ha sacado?
- Es de una mujer a la que conocí hace muchos años, yo se los regalé y ya no volví a saber nada de ella y casualmente ayer me encontré este pendiente.
- No puede ser, este pendiente es de mi madre, ella murió hace mucho tiempo y desde entonces lo llevo puesto. También me dijo que la otra pareja estaba en posesión de mi padre.
- ¿Yo? No puede ser, yo no sabía que...- De pronto la tormenta apareció sin avisar y una gran ola atrapó la tabla de surf que había dejado clavaba en la arena partiéndola en dos.
- Dios mio.- Exclamó la chica.- Me has salvado la vida ¿Como sabias que iba a suceder algo así?
- Yo no fui, fue tu madre. Me da la impresión que ella ha preparado este encuentro.

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