Tardes de abril
Las tardes de abril en el pueblo saben a vida. Vida en familia, niños corriendo, ancianos paseando junto a sus nietos; esos sabores de mar que hasta mí llegan y de tierra que las nubes traen, pronto lloverá y eso me trae recuerdos de tardes junto a mi chico, corriendo para cobijarnos en algún portal. Sí, también saben a besos y caricias prohibidas, a aromas de madrugada y lágrimas derramadas.
Pero la vida sigue su camino y lo que antes nos parecía el infierno ahora es tan sólo un bonito recuerdo.
El viento trae también recuerdos de juegos en la playa, juegos de niños que creían ser adultos. Besos furtivos en el mar jugando con sus cuerpos, descubriendo el amor, y de golpe y porrazo, pasando de niña a mujer; de jugar con muñecas y niños a cuidar del suyo.
Se fue. De la noche a la mañana se fue. No solo él, también la niña que era. Se escapó entre sus manos las tardes de juegos, los sábados por la noche, el cigarro en el patio a escondidas. La adolescencia pasó sin esperarla y maldijo su suerte. Creyó morir, pero el tiempo pasó y lo que antes era una maldición ahora es bendición.
Mira a su hija y piensa que no permitirá que le ocurra lo mismo. No vendrá un diablo con cara de ángel que la enseñe a volar a ras de suelo. Quiere que sea una niña y que nunca deje de serlo.
Sabe lo que es ser desterrada del paraíso, pero también sabe lo que es crear el suyo para que nadie pise sus flores.
Ahora la vida le sonríe, y ya no quiere ni necesita de príncipes azules. Ahora la vida sabe a dulce canela en su cocina, sabe a miel en los labios, roces de piel contra piel, a noches de pasión y al olor de piel fresca por la mañana.
Siente la bruma que de la mar llega. Siente que la vida la espera. Que pasará la primavera y el otoño se llevará sus hojas.
Dulce despertar de sentimientos, rompiendo puertas, abriendo ventanas, llenando de flores el alma.
Despertar de un dulce sol tras un sueño amargo.
Su mayor amor, su hija; su mejor amante, en su casa la espera. Sí. De nuevo la vida le sonríe con cara de mujer. Cuando por la mañana ve esa sonrisa fresca que le acaricia el alma, que le acompaña.
Caricias con la cara mojada que acompañan al sol que entra por la ventana, sabe que la felicidad tiene nombre de mujer y que otra vez está viva.
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