La mujer de la ventana.
Fue un dulce despertar, la luz de la mañana entraba por la ventana inundando cada rincón, las flores del jarrón se abrían a ese nuevo amanecer esparciendo su aroma por la estancia. Escuchó una voz, una dulce melodía que le inspiraba. Cuadernos en el pupitre, plumas de colores, flores en la ventana, olores que eran recuerdos y, el juego del pirata. Esos recuerdos que se cobijan en cada esquina de su memoria, que son sombras de un pasado.
Las palabras fluyen como tatuajes en la piel, que llegan para quedarse. Sonetos y versos afloran incansables tras las paredes de la habitación, donde se mezclan entre los besos y las caricias.
Regresa a la ventana que marca el paso del tiempo. La voz de su pasado traen recuerdos que vienen a verla. Marchan sin rumbo las aves de su tejado, sin un destino, en el silencio de este amanecer tardío. Aparta tormentas que acechan en algún lugar de su mente.
Tras ese sol la luna marcha, en una melancólica agonía escucha la melodía inacabada que de su corazón salía.
Es el universo que le devuelve, en forma de verso la muda palabra de una noche aciaga. Esperando que algún día alcance su destino, y siga el camino y entre las oscuras sombras que llegan a su memoria, esas palabras lleguen a su destino, que no es otro que el corazón que anda dividido entre la noche y este venturoso día. Que llegando a su destino la vida le sorprenda y le muestre esa puerta que dejó abierta.
Luces en la noche y en la mañana corazones púrpuras que cantan los trovadores.
Lineas abiertas en el horizonte, juegos en el jardín, suenan las risas y desde el parque los niños miran a la mujer de la ventana, que jugaba a piratas. Que recordaba cuando su pierna no era de madera y en esa mañana la tragedia llegó a la ciudad.
En la ventana la mujer aspira el humo negro de su cigarrillo, tan negro como el corazón de ese hombre que jugando a ser su amante le ha destrozado la vida y ahora recorre la estancia con su cuerpo sin vida y un mar de sangre se alimenta del suelo y del cuerpo de su amante.
Los niños juegan y no ven a la mujer, que jugaba a ser pirata y ahora recorre el aire que hay entre el parque y su ventana.
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