Reencuentro
... Crewe y su grupo llegaban hasta el límite, donde la tierra y la mar forman una perfecta comunión.
Estaba cansado. Cansado de pelear para no llegar a nada. Cansado de que todo lo bueno que llegaba a su vida se desvaneciera como la espuma de la mar cuando chocaba contra las rocas. Se sentó ante la inmensidad de la mar. Dejó a un lado su mandoble. Le pesaba, le pesaba demasiado, no por su dimensión, sino por toda esa sangre derramada, era ya hora de dejarla reposar, se lo merecía, igual que él merecía un poco de paz.
Ahora miraba al mundo desde otro ángulo, con otros ojos. Desde que conociera a Ceridwen el mundo había cambiado y ahora lo veía claro. Había sido necesario su partida para verlo: fue una explosión de colores que ascendía para luego caer expandiéndose. Los aromas se unieron formando un nudo en su boca y se liberaron para formar su propio universo. Olores que se esparcían por sus fosas nasales (Crewe llegó a pensar que podía tocarlo).
Surgió desde muy dentro como un haz de luz, se expandió hasta quedar flotando junto a él. Se dejó llevar, dejó que la paz se extendiera fuera de él formando tentáculos hasta llegar donde debía llegar. Los campos verdes estaban llenos de color, de la mar surgieron olas que llevaban hasta él mil fragancias distintas, en el cielo un arcoíris se dibujó y todo se llenó de aromas diferentes, y la paz, tan esperada y deseada paz, inundó su mente y su alma.
—No sabía que los guerreros como tú descansaran. Creí que era una leyenda.
Esa voz. Crewe giró para ver lo que creyó que era un fantasma. Ceridwen estaba frente a él como una aparicición. La había visto caer, la había llorado, y ahora…. Se levantó como un resorte. No se lo pensó y la tomó entre sus brazos.
—Tranquilo, Crewe, me vas a romper como sigas apretando —decía una divertida Ceridwen, ignorante de todo lo que había acontecido.
—¿Eres tú? —Crewe se apartaba sin dejar de abrazarla—. Me prometiste que te volvería a ver, pero a decir verdad no te creí.
—No sé de qué me estás hablando, Crewe, pero yo siempre cumplo mis promesas. —Esta vez el abrazo se extendió durante mucho más tiempo—. Cuéntamelo todo, Crewe.
Crewe le contó todo lo que sabía. Ceridwen miraba a la nada. No comprendía muy bien lo que estaba sucediendo y por qué los dioses habían jugado de esa manera con ella. Si había muerto, tal y como decía Crewe, cómo es que estaba ahora ahí. Había muchas preguntas que necesitaban respuesta.
—Te necesitamos, Crewe, el rey Cyaram está moribundo y necesita espadas para luchar. Quizá sea la última. Me dices que ya estuve aquí y perecí. Si ese es mi destino, y así lo quieren los dioses, que así sea.
—Y yo me voy contigo, ya no te dejaré. Partamos, pues.
—No tan deprisa, Crewe. Si esta va a ser la última batalla, también será la última oportunidad para estar juntos.
Se unieron en un abrazo y la mar fue única testigo de su unión, mientras las olas rompían esparciendo su espuma sobre sus desnudos cuerpos...
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