Cambio de menú.
... La mesa estaba en silencio, y la tarde se fue despidiendo mientras las sombras se alargaban. La casa estaba fría, la distancia entre los cuartos era infinita y las manecillas del reloj de pared se habían detenido hacía tiempo, pero ninguno parecía darse cuenta, hasta que...
Álbaro se sentó frente a Elena, la mesa estaba puesta y sobre ella un hermoso Marmitako, como a Álbaro le gustaba
—¡Qué bueno, cariño! —señaló Álbaro sujetando como un niño los cubiertos—. Tú sí sabes lo que me gusta.
—Claro, pero a veces se te olvida. —Ella no le miraba.
—Eso nunca fue así. —Álbaro dejó los cubiertos con rabia—. Te fuiste olvidando de lo que a mí, a nosotros nos gustaba hacer.
—¡¿A nosotros, dices?! —Exclamó acercando su cuerpo—. O a ti te gustaba. Que pronto te deshaces de lo que, según tú, te conoce. Un nuevo plato por otro.
—Si de verdad te importara no dejarías de ofrecerme lo que me complace.
—O quizá tú, de vez en cuando, dejarías que fuera yo quien eligiera.
—Quizá deberías elegir fuera de menú, tú también.
—O quizá los dos deberíamos, así cambiaríamos de comensales, a ver qué tal te iba.
—¿Sabes? Ya no tengo hambre —dijo él mientras se levantaba.
—Mira, es posible que en otra mesa te sirvan mejor, y puede que el Marmitako se lo dé a probar a alguien que de verdad lo agradezca...
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