EL RÍO ( I parte )

El noticiario de Anam Cara, anunciaba una ola de calor sin precedentes. Llevábamos una semana de un calor asfixiante. Los termómetros marcaban cifras que fluctuaban entre los 31° de noche a los 45° de día. "El calor continuará durante una semana al menos". Auguraba la muchacha que estaba al otro lado de la cadena de radio. Mikel navegaba entre "Europa FM" y "Rock FM". Ahora la radio del coche había saltado al adentrarse en la zona boscosa, la señal no cogía bien y saltó a un canal de la zona.
 Al llegar a la zona del río donde habitualmente se bañaba vio algo raro. No había nadie. Es más, en ese momento se dio cuenta que en todo el camino no había visto ni cruzado con ningún coche.
   Aparcó el coche cerca de las mesas de picnic y se acercó a la orilla del río. Se quedó de pies mirando correr el agua que iba con fuerza, el caudal del río era alto y se veían menos islotes de piedras de lo habitual. Bajó hacia la playa de piedras. Le gustaba mirar la cascada de agua que tenía enfrente, un gran caudal de agua que parecía no tener fin. El ruido era casi insoportable. En ese momento se dio cuenta que había cosas que no estaban bien, daba la impresión que la gente se había marchado de improviso, como si hubiera prisa. Se acordó que había un caserío en la carretera. Iría a ver si le podían decir algo.
 Fue entonces cuando se dio cuenta, primero fue el olor, ese olor fétido como a cloacas, peor aún, le recordaba a un puñado de ratas muertas confinadas en un cajón, luego fue el calor que sentía en la oreja derecha, algo le estaba echando el aliento y la saliva le caía encima del hombro y seguidamente escuchó un gruñido. Miró por el rabillo del ojo y ahí estaba ¿un lobo? No, más bien parecía un perro, quizás un pastor alemán o algo parecido, no supo como reaccionar y quiso apartarse de golpe, pero el perro fue más rápido y le dio una dentellada. Mikel notó un tirón al retirarse de golpe y vio su oreja en la boca del perro. Se echó la mano al hueco donde antes estaba la oreja y un gran chorro de sangre mojó todo su hombro y su mano. Instintivamente echó a correr hacia el agua y el perro fue detrás de él pero no consiguió atraparlo, no sabía porqué, pero no entraba en el agua. Miró hacia arriba y vio al menos a diez perros de distintas razas y todos parecían muy enfadados, gruñendo, pero ninguno parecía dispuesto a entrar en el agua. Escuchó un ruido en el agua, como si alguien se hubiera zambullido en el río. Miro hacia detrás y no veía nada, el agua bajaba con fuerza y estaba turbia, muchas hojas habían caído debido a las altas temperaturas y al fuerte viento del sur. El hueco donde minutos antes se encontraba la oreja, le dolía horrores y parecía que nunca iba a dejar de sangrar ¿Y si esos perros tenían la rabia? Le parecía improbable. No sabía mucho sobre la rabia, pero creía saber que si la padecían no estarían todos esos perros juntos, se volvían insociables, o eso creía, pero lo que estaba claro era que tenía que curarse esa herida, tenía que tranquilizarse y pensar. El coche estaba con la puerta abierta y uno de los perros lo olisqueaba, levantó la pata y meó dentro.
 - Tengo que ir a la otra orilla. Nadaré hasta el otro lado e iré a pedir ayuda al bar de la carretera, eso es.- Dijo Mikel en voz alta.
Pero el río corría con mucha fuerza y no estaba seguro de poder alcanzar la otra orilla. En el otro lado no había playa de piedras y la altura era bastante grande. Cuando se iba a zambullir vio algo que no sabía exactamente que era, unos ¿Peces? No se veía claro, pero era lo que había hecho huir a los perros, ellos los miraban y no se atrevían acercarse al agua.
 - Malditos hijos de puta.- Gritó Mikel.- agarró una piedra y la lanzó al río, seguidamente una multitud de cuerpos se lanzaron hacia la piedra.
 - Dios. Que coño es eso. Estaba claro que no iba a meterse ahí, solo tenía una salida y no era fácil.
 - Tengo que llegar al coche, coger el móvil y llamar a alguien ¿pero como?. Los perros seguían gruñendo, agarró una piedra y se la lanzó a uno de ellos, al pitbull, y le dio de lleno en la cabeza, al principio salió corriendo, pero luego volvió con más fuerza e incluso se atrevió a meterse en el agua. Mikel tuvo que recular para que no lo alcanzara y de pronto vio que el agua le llegaba a la rodillas. Miró hacia detrás y vio algo que le sorprendió aún más.
 Una mujer, llevaba un vestido y una gran melena negra que le llegaba hasta la cintura. Se adentraba en el agua, ya le llegaba por la cintura.
 - ¡Eh! ¡Oiga señora!- Gritó Mikel - ¡No se meta ahí! Pero la mujer parecía no escucharle. Mientras el pitbull se acercaba cada vez más a Mikel, dando dentelladas.
 La mujer se metió en el agua rápidamente y se zambulló en el agua desapareciendo bajo la cascada, los siluros entraron con ella. Mikel se quedó mirando a ver si volvía a emerger, pero no fue así, esperó un minuto y nada, los peces se la habían tragado.
 El pitbull se acercaba peligrosamente, Mikel se atrevió a meterse un poco más en el agua, ahora que parecía que los animales acuáticos se estaban entreteniendo con la mujer. Al echar hacia atrás, tropezó con algo que sobresalía en el agua, lo agarró y tiró con fuerza, parecía una rama de algún árbol caído. Dio un fuerte golpe en el hocico del animal haciendo que este echase a correr, se relamía el hocico en la orilla. Mikel miró el palo que asía con fuerza y vio que no era una rama, era lo que parecía ser el fémur de una persona, dirigió su mirada hacia el agua, donde había sacado el hueso y vio que había un esqueleto humano enganchado a unas ramas, soltó el fémur y se frotó las manos. Alguien más había pasado a ser primer plato para esos monstruos. Echó a correr hasta el islote formado por piedras más próximo a él y se sentó en el suelo.
 - Pero que coño había pasado.- Se decía Mikel.- Tan solo hace unos minutos estaba de viaje pensando en meterse en el río para refrescarse y ahora estaba metido en una historia que no comprendía, parecía sacada de una novela de terror.
 Los perros parecieron relajarse, se sentaron en la orilla del río mirando en todas direcciones, con sus largas lenguas fuera de la boca. Parecían lindos perros esperando a sus dueños en la entrada de algún comercio.
 Menos mal que Dios se había acordado un poquito de él y la sombra de un viejo roble le daba cobijo de ese sol abrasador. Los animales acuáticos no habían vuelto a aparecer y daba las gracias por ello, trataría de sacar provecho de ello y llegar a la otra orilla, no podía dejar pasar esa oportunidad, se levantó y se metió en el agua, el camino no era fácil, las piedras eran irregulares y muchas tenían musgo y si fuera poco la corriente se hacia cada vez más fuerte según se adentraba a él. Cuando creía que iba a llegar a la otra orilla, de pronto volvió a ver a los monstruos del río. Tuvo que volver corriendo otra vez hasta el islote. Moriría allí, se veía como ese esqueleto del río.
 - No me queda más que esperar.- Se dijo y se sentó de nuevo en el suelo.- ¿Que más me puede pasar?- pero sí que podía pasarle algo más. Algo empezaba a suceder en el agua, el río comenzaba a crecer en caudal.
 Una hora después se iba quedando sin islote y cuando se quiso dar cuenta comenzaba a mojarse el pantalón.
 - Y ahora que pasa.- Se dijo Mikel.- Señor ¿Es que no me vas a dar tregua? Se iba haciendo de noche poco a poco y viendo aquel río que se lo tragaba, se dedicó a fijarse en los monstruos del río y no los de tierra.

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