Seguro que hay una explicación.
En un principio pensé que sería algo maravilloso, como tener una segunda oportunidad, pero la cosa se complicó y nunca más tuve otra oportunidad.
Había ido a comprar unas flores para Marta, cuando al girar en la calle Del Ensanche, vi frente a la floristería, a la madre de Marta. Era atractiva, me imaginé a Marta con la edad de su madre; sería igual que ella. Estaba parada frente al escaparate, como atraída por algo, parecía querer irse, pero al segundo regresaba, me recordó a las polillas cuando son atraídas, una y otra vez por la luz. Pronto me di cuenta de que no era nada gracioso, estaba nerviosa. Me acerqué y la saludé.
—Buenos días.
Me miró como el que mira a un extraño.
—No deberías estar aquí, Sam, ¿no tienes clase?
—Hoy es festivo. ¿Se encuentra bien? —me atreví a preguntar. Era evidente que le sucedía algo. Su mano se aferraba a algo que ocultaba en el bolsillo, al principio pensé en un arma, pero entonces vi que se trataba de su móvil. Sus ojos parecían salirse de sus órbitas y sus dientes se partirían si continuaba apretándolos tanto. Dirigí la mirada hacia dentro de la tienda, pues ella lo hacía como si lanzara flechas con la suya y, ahí estaba su marido, desplegando una amplia sonrisa mientras mi madre llevaba un gran ramo de flores.
—Seguro que hay una explicación —mi voz no sonó muy convincente.
—Seguro, chico, pero será mejor que no veas lo que va a suceder.
Lo que pasó a continuación transita en mi mente como un acróbata que nunca deja el trapecio, porque ha perdido a su compañero. Las imágenes se suceden en mí en flases. La madre de Marta entrando, mi madre defendiéndose con el ramo y el marido tan sorprendido que era incapaz de reaccionar; el tendero intentando mediar y yo, bueno…, yo grabándolo todo con mi móvil. Diréis que eso no es muy normal, cuando alguien que está intentando pegar a tu madre, pero dejadme que os explique: Yo sabía que mi madre había conseguido ese trabajo, después de mucho tiempo, y ese era su primer día, y seguramente eso era lo que estaba haciendo.
No compré las flores para Marta. Tuve que esconderme cuando todo se aclaró. Quizá, si yo la hubiera advertido…
Comentarios
Publicar un comentario